Comentario
Algunos topónimos de Hispania se asemejan o son iguales a otros de Italia. Así Lavern (Barcelona), Lavernia (oeste de Vinaroz) se relacionan bien con el Lavernium de Campania y el Lavernae de área samnita. El nombre de la colonia latina de Pollentia fundada el 123 a.C. en Palma de Mallorca tiene su correspondiente en dos topónimos Pollentia, uno del Piceno y otro de Liguria. Cerca de Santiponce (Sevilla), se testimonia un Spoletinum y sabemos bien de la Spoletum de Umbría. Y la lista de correspondencias se puede ampliar con otros topónimos como Abella de Huesca y de Lérida o como Succosa en la vía Huesca-Lérida.
A su vez, el análisis de la onomástica personal nos amplia otras correspondencias de mayor interés aún. El gentilicio Acilius, documentado ya en Sagunto entre los años 120-90 a.C. es el de una familia plebeya romana que se testimonia entre los campanos, samnitas, volscos y latinos. Los Barbaii de Sagunto, también testimoniados para las mismas fechas y que serán la familia más importante de la ciudad en época imperial, se documentan abundantemente en la Umbría. Los Aelii de Castulo (Linares, Jaén) se corresponden con familias de los peucetes, campanos, umbros, volscos y latinos. Un antepasado del emperador Trajano de nombre Trahius ya estaba asentado en Italica en época republicana. Y así podríamos seguir enumerando casos de familias procedentes de Italia que se documentan en Hispania desde las últimas décadas del siglo II a.C. Tales correspondencias nos permiten saber además que la mayor emigración procedía del centro de Italia (Lacio, Campania, Umbría, Samnio).
Una parte de esta emigración itálica comenzó a producirse desde el momento en que hubo tropas romanas. Los textos mencionan a redemptores o abastecedores del ejército, a mercatores que vendían el botín de guerra y a venalicii o mangones, especializados en la venta de prisioneros en los mercados de esclavos. Sólo Q. Fabio Máximo Serviliano mandó vender en 141-140 a.C. a 9.500 prisioneros. Y muchos más vinieron atraídos por la riqueza minera de la Península. Dice Diodoro (V, 36) que cuando los romanos se adueñaron de Iberia, gran número de itálicos atestaron las minas. Cada societas o compañía de publicanos traía consigo a todo un equipo de técnicos y contables; otros muchos venían individualmente a probar fortuna. Las marcas sobre lingotes de plomo procedentes de minas hispanas reflejan nombres de comerciantes, negotiatores, que estaban asentados en las ciudades cercanas a las minas. Así, conocemos varios nombres de estos negotiatores de fines de la República-comienzos del Imperio que operaban en las minas de Cartagena: M. Aquitanius C. f., C. Messius L. f., C. Fiduus C. f., P. Turullius M. f., S. Lucretius S. f., P. Nona P. f. Nuc(erinus) y L. Planius S. f.. Un lingote de Ilucro lleva el nombre de P Turullius Arco y otro de Canjayar (Almería) el de L. S. Rex. Hay incluso dudas razonables sobre el posible origen indígena de los Turulli, lo que nos confirmaría la pronta participación de algunos de ellos en los privilegios disfrutados por los italo-romanos.
Los estudios recientes sobre el foro republicano de Ampurias desvelan que sus medidas corresponden al pie campano y no al pie romano. Otros estudios semejantes sobre los escasos restos arquitectónicos conocidos nos podrán desvelar el carácter y la frecuencia de esta emigración de grupos de constructores especializados.
A estos emigrantes itálicos, ciudadanos romanos o latinos, se fueron sumando sectores de las oligarquías locales que recibieron igualmente un estatuto privilegiado. Eso permite afirmar la constatación de que una parte de los exponentes de las oligarquías reflejados entre los que fueron magistrados monetales en ciudades como Obulco o Castulo eran de origen local. E incluso es posible que detrás de nombres como Cornelius, Aemilius, Iunius, etc., estemos ante indígenas que se han promocionado a la ciudadanía romana o latina o bien que han imitado la onomástica de los conquistadores. Esas dos ciudades pasaron a ser municipios de derecho romano bajo César.